Tuesday, June 28, 2011

Será como sacar el alma al sol

He vivido cada día con toda la entrega que merece la vida. He tenido días en que mi alma se quedaba escasa y breve para contener tanta dicha. Y en ocasiones,  he amanecido el más infeliz de los seres del planeta. No siempre he llorado con los que lloran. Reconozco haber mirado hacia los lados, desoír quejas y dolores ajenos. Procurando escuchar mi voz, o la de Dios puesto al caso,  a veces he hallado el más absoluto de los silencios.

No cargo culpas, he llegado a entender mi finitud y fragilidad. La miseria de la condición humana. Mi impotencia y mi trascendencia en tensión permanente, en armonía no siempre prolija. Los desniveles, los detalles inconclusos no me acusan: me sonríen con mueca de complicidad que los desbaratados sólo entienden.  He aprendido a contentarme y a saquear sueños cada vez que una oleada de adultez arremetió contra mi vida.  Y he sacado mi alma al sol, para curar desesperanzas, desvelos, ironías.

Empujada por los constantes desafíos, jamás he dejado de aprender. Y he buscado en algunos de ustedes cierto rumbo cuando las encrucijadas se parecían demasiado a las apatías.

Hoy empiezo esta narración que pretende ser más nuestra que mía. Le había dicho a Luis que en una de esas me largaba a ventilar de aquí a octubre ideas y sensaciones que nos produce ser testigos de nuestra historia, de nuestra vida misma. ¿Para qué? Para recuperar memoria, para manifestar continuidades, advertir quiebres, callar dolores, gritar esperanzas y anunciar desvíos; para encontrarnos, para ser ahora, porque como bien dice Neruda, “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.”  

Nos veremos en octubre: será como sacar el alma al sol, despedir inviernos largos y extender los brazos a la vida.