Monday, December 31, 2012

2013

Luis A. Moyano Cruz puso hace poco en Facebook una foto en la que las metas de años anteriores se actualizaban para el presente (ver la foto abajo). Me pareció cómico y extremadamente real. En la foto en cuestión, las metas se ajustaban hacia abajo. Y eso me resultó trágico, revestido de un sarcasmo punzante, peligroso si se quiere, más allá del humor y la realidad a la que alude.
Me explico: Bien sabemos que la visión de vida se plantea como la aspiración a un ‘modelo’, como lo es el mapa a un territorio. Y en ese modelo hay cosas que nos salen como ‘en la foto’ y otras que no. Entonces, ¿Qué hacemos cuando existen brechas entre lo anhelado y lo logrado? ¿Nivelamos hacia abajo? ¿Nos burlamos de la meta? No. Definitiva y rotundamente no. Al contrario, es necesario mantener un norte, una orientación, una jerarquía de verdades a las que apelamos y aspiramos. No hablo de sostener ideales por capricho. Digo que mantengamos los ideales firmes como dirección de lo cotidiano y lo trascendente. El ideal es, en sí, inalcanzable, si no, no se llamaría ideal. Y por eso es importante recordar que el mapa no es el territorio y reconocer que su función es, nada más y nada menos, ayudarnos a recordar por dónde sale el sol. Nunca será territorio, pero su función orientadora sigue siendo válida y vigente, aunque tengamos días nublados y de tormenta. Un mapa, una brújula, se mantienen, se consultan, se usan, no se descartan.
Sostener ideales y mantenerlos no implica ingenuidad, sino sagacidad para reconocer que acarrean una tensión entre lo perfecto y lo perfectible. Una tensión que enriquece porque por un lado apunta hacia algo más y a la vez celebra lo obtenido, sin que eso signifique desconocer la oportunidad para el crecimiento y la superación. Somos reflejo del Dios altísimo, diseñados para la perfección, de ahí la necesidad intrínseca de crecer y mejorar. Y no sólo hablo de estándares de pareja, hijos, padres, empleo, educación o familia. También hablo de asuntos casi minúsculos que tendemos a ignorar y que van calando, erosionando aquellos valores que sostenemos o sostuvimos.
Por lo tanto para este 2013 presento a vuestra merced la idea de cambio más que la de prosperidad. Y sugiero el cambio por el poder de movilización y crecimiento que implica. Imagínate: crecer como nunca antes…renovarnos de un modo existencial… Cambiar no es fácil. Pero cerrarnos al cambio y peor,  nivelar para abajo sería recortarnos, autodestinarnos a la mediocridad. Mi deseo para vos, que es también para mí, es que podamos cambiar aquello que nos limita el despegue, el vuelo más alto o el planear tranquilos. Que podamos reinventarnos sin perder la esencia, y que podamos despojarnos de cargas y pesos que nos agravan el alma. Y que vivamos esperanzadoramente en paz, desde dentro hacia afuera. Muy feliz 2013. Dios nos bendiga.